Hubo
una época en la que a los niños desobedientes que hablaban en clase o no hacían
la tarea se les enseñaba a reglazo limpio o se le imponía el clásico castigo
del rincón de la humillación, o se los llevaba el Mamoche, un personaje que
hacía que en los tiempos de nuestros padres, los niños le tuvieran pánico a un
payaso en zancos, o a un plumero. Hoy las cosas son diferentes, ahora los niños
de jardín necesitan un iPad última generación (las tablas de picar quedaron en
el pasado, reemplazamos las barbies por bebés y los cochecitos por un Audi), ahora
los niños de diez años con amenazas de demanda, tienen a más de un papá
temblando bajo la cama.
Imaginemos
a uno de estos niños criados con iPad, con un nombre cualquiera, digamos
Andrés, y con los apellidos más comunes que se nos ocurran, digamos Salamanca y
Danderino. Bueno, a este chico le dieron un Audi, es decir, el típico auto
destartalado al que podría acceder cualquier muchacho al entrar a una
universidad humilde como Los Andes, y luego el muchacho se fue a tomar algunas
frías con sus compinches en algún lugar, seguramente del mismo estatus de
‘cuadra alegre’, salió en ‘el destartalao’ para su casa, sintiendo el
cosquilleo en las manos que dejan algunas copas como consecuencia. Apenas se
sintió mareado en un momento donde, por un segundo, dejó de reconocer si las
luces que veía pasar, a toda velocidad a los lados de su auto, eran reductores
de velocidad o estrellitas en el cielo.
Pero
el destino es cruel y el chico se distrajo, seguramente pensando en los
trabajos de fin de semestre e hizo volar accidentalmente un impertinente
taxista que se atrevió a cruzarse, y antes de que Andrés tuviera tiempo de
reaccionar ya tenía encima dos muertas, un herido y un montón de policías que
menos mal, no impidieron que mamá Danderino se llevara a ñeñé a descansar después de semejante experiencia.
¿Alguien
se ha puesto a pensar en el estrés que una situación como estas puede
acarrear?, el pobre Andrés tuvo entonces que recurrir a una casa de reposo
cualquiera, sucia y con cucarachas, así como lo es la clínica Monserrat, y que
seguramente privó a esta humilde familia del almuerzo dominical de un año, porque papá Salamanca y mamá Danderino son
los típicos papás colombianos que han tenido que sudar la gota gorda para tener
donde vivir, y un trapo decente con qué vestir.
Aun
así hay ciudadanos desalmados que no paran de hablar peligro que Salamanca
Danderino representa para la ciudad, se excusan en que uno de sus lloriqueos
con mami podría dejar a cientos sin casas, sus niveles de estrés podrían poner
en peligro la vida de todos sus compañeros, y estudiando en la Universidad de
los Andrés, una rabieta podría convertir el cerro de Monserrate en un volcán. Dicen
que un peligro así hay que mantenerlo lejos de la sociedad. Si es cuestión de
hacinamiento más de uno estará de acuerdo en liberar un par de matones,
psicópatas o violadores, que seguramente ya cogieron escarmiento y de estar en
las calles, jamás volverían a cometer un crimen.
Aunque
los medios ventilaron el caso, convirtiendo la vida de nuestro muchacho, que
apenas cuenta 23 años, en comidilla del pueblo y en algo peor que el rincón del
castigo, la monstruosidad toma forma humana en la jueza 62 de control de
garantías, que maliciosamente ha dicho que Andrés Salamanca, no representa
algún peligro para la sociedad, seguramente porque tiene planes peores para él.
En
vez de enviar al ñeñé a una de las bien
dotadas cárceles de Colombia, en donde seguramente recibiría el trato
pertinente y podría tener una habitación para él solito (Tan sólo en la modelo
hay cupo para 7.230 reclusos y
alberga únicamente a 2.850, ¿o era al revés?),
la jueza se ha abstenido seguramente porque lo va a dejar relegado a vivir de
por vida en su rincón de la humillación, o a pagar una indemnización que su
familia no podría pagar ni en tres generaciones, cosa que seguramente le
acarreará problemas para conseguir trabajo, o novia, o un nuevo juguete de
cuatro ruedas de por vida. Siendo los castigos así de duros para los muchachos,
prefiero que liberen 4 violadores, 3 asesinos y un psicópata y medio para
dejarle la celda a Salamanca.
Deberíamos
como colombianos darnos vergüenza, y pensarlo dos veces antes de seguir
desestimando a la jueza, por no considerar a Salamanca como un peligro
permanente y constante para los demás, y por insistir en dejar a nuestros
pobres chicos eternamente en el rincón de la vergüenza.
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