Es imposible
tratar de entender la eutanasia desde una perspectiva lejana a la de quienes
realmente la necesitan, de quienes hoy están peleando por que sea una realidad
en Colombia.
La vida humana
es invaluable, acepto todos los comentarios que dicen que la vida debe
respetarse ante todo, pero además de invaluable la vida es frágil, y es
irrisorio pretender legislar o crear normas éticas sobre la vida de las demás
personas, como si habláramos de una obra de teatro desde la comodidad de un
balcón despotricando del trabajo de los demás sin siquiera levantar un dedo.
No podemos
pretender que el parlamento europeo organice nuestros temas de salud o
educación porque ellos no viven en nuestra realidad, no conocen nuestras
circunstancias y no tienen jurisdicción en nuestro territorio, de la misma
forma envío un mensaje a todas aquellas personas que nunca han
tenido cercanía con una persona postrada en una cama, cuya existencia no sólo
le genera sufrimiento a ella, sino a todos a su alrededor y que esté pidiendo
la eutanasia, que cierre el pico, porque no tiene jurisdicción en este tema.
En muchos de
estos casos no es más egoísta el deseo del enfermo de partir de este mundo, que
el deseo de las demás personas de mantenerlo con nosotros, pese a la tortura
que viven cada día y de la que no pueden escapar, a la final es más noble
sacrificarse uno mismo por el bienestar mental, físico y económico de los
demás, que sacrificar el descanso de un ser amado sólo por el hecho de no
dejarlo partir, pese a todo el trabajo que nos dé. Porque un enfermo terminal
es desgastante.
Hace 16 años, en
1997, la Corte Constitucional mediante la sentencia C-239, había declarado
exequible el Art 326, del código penal de 1980 sobre “Homicidio por piedad”,
esto quiere decir que sin el
consentimiento expreso del individuo sigue siendo ilegal la eutanasia; pero
practicarla con consentimiento no se considera un delito, siempre y cuando la
practique un médico.
El año pasado en
senador Armando Benedetti dio a conocer un proyecto de ley que pretende
reglamentar las prácticas de eutanasia y suicidio asistido en el país. Desde
donde según el senador solo personas mayores de edad, “que sufren una
enfermedad terminal, con intenso dolor y sin cura podrán decidir si toman el
procedimiento de la eutanasia”
Lastimosamente
en el país del Sagrado Corazón, si la iglesia pide que el tema se aplace, se aplaza, pide que se hunda y lo hunden, así
como pasó entre diciembre del año pasado y mitades de éste en curso, mientras
cientos de familias allá afuera, lejos de las cómodas estancias de los padres
de la patria, se la juegan día a día, ya sea para cargar arriba y abajo a un
enfermo por las escaleras de las comunas de Medellín, ya sea pagando mil taxis
para llevar personas totalmente incapacitadas a un médico que les cobrará
seguramente la cuota inicial de un yate privado, y que les ordenará un
tratamiento y unas medicinas que el POS no cubrirá y que en muchas ocasiones
habrá que traer de Cuba o de Francia, por la falta de laboratorios locales que
la produzcan, arriesgándose a ser criminalizados por contrabando de
medicamentos o en ultimas tratando de disimular su propio dolor físico sólo
para tranquilizar un poco a sus familiares y amigos. Déjenme citar al populoso
concejal de Chía: “Qué chimba!”
Si la fe es el argumento principal de defensa, por la misma fe la
persona está decidiendo morir. No sabe qué habrá más adelante, pero sí sabe que
una inyección podría acabar el dolor, que en su momento resulta más fuerte que
cualquier cosa.
Uno de los principales argumentos para ir en contra de la eutanasia
parte de la iglesia, de la afirmación de que Dios tiene el control de la vida y
qué definir el día de la muerte solo le pertenece a Él. Pues como esto es así,
más de una persona que hoy está en estado vegetativo, sin modo de ofender, ya
estaría muerta. Su vida fue prolongada por medio de aparatos, cables y
elementos artificiales; simple creación humana.
Bien lo dijo el papa Pio VI: "el tener a una persona atada a cables
es prolongarle la vida, cuando la naturaleza ya había dictaminado su
muerte".
Es imperante en este país que se
desestigmatice el tema, y que se deje de limitar el “morir dignamente” a las
personas en estado comatoso o vegetativo.
Bélgica y Holanda son de los pocos países donde esta práctica está
permitida con algunas condiciones, en Colombia va siendo hora de que se tomen
medidas y se respeten los Derechos Humanos de cada uno, la dignidad a morir en
el momento en el que se desea, en el momento en el que la naturaleza lo dicte,
no se trata de un grupo de adolescentes suicidas que
los que piden asistencia y visibilidad, se trata de un grupo cada vez mayor de
colombianos que se encuentran en etapa terminal, que sufren cada día, y que
están en un vacío jurídico pues no dependen de ningún mecanismo artificial para
mantenerse con vida.
Espero que
nuestros amados congresistas no tengan que ver nunca a sus padres, madres,
esposas, maridos, hijos o sobrinos nunca jamás, con la cara redonda a punta de
corticoides, con medio cuerpo paralizado, incapaz de hacer la fuerza necesaria
para hablar, diciéndole con signos de letras que por favor terminen con su
sufrimiento para que se arrepientan de no legislar sobre el tema.
Espero que nunca
todas estas personas que pretenden ser más que estos verdaderos héroes y
mártires de nuestros tiempos, y que pretenden opacar las voces de los pocos que
aún pueden hablar, todos aquellos que con un libro en la mano o un rosario en
el cuello creen ser los dueños de la verdad absoluta, nunca se vean en la
situación extrema de pedirle a su familia su propia muerte, por descanso
personal y por la tranquilidad de los demás. Que no tengan que vivir la
eutanasia desde adentro.
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